Hoy en día la palabra “coaching” está omnipresente en los medios de comunicación y en la jerga cotidiana de muchas personas y empresas y cuando se utiliza da la impresión de que quien lo hace intenta enfatizar la importancia de ese movimiento. No obstante, si consideramos que “coaching” es un término vacío de contenido científico, ¿por qué tanto empeño en utilizarlo y difundirlo?

Según Wikipedia, “coaching” es un ¿método? que consiste en acompañar, instruir o entrenar a una persona o a un grupo de ellas, con el objetivo de conseguir cumplir metas o desarrollar habilidades específicas con un fuerte apoyo de la motivación, la responsabilidad y la creatividad. Es algo tan difuso que casi cualquier tipo de enseñanza podría ser considerada como “coaching”. Por ejemplo, podríamos hablar de un “coaching” de la construcción, donde un maestro albañil con experiencia entrena a los nuevos aprendices a colocar eficaz y creativamente ladrillos, o un “coaching” de la jardinería, donde un maestro jardinero experimentado asesora a otras personas para aplicar su creatividad en diseñar bonitos jardines. Tal vez incluso podríamos hablar de un “coach” de la política, donde un político experimentado podría enseñar a otros políticos noveles de su partido a utilizar el lenguaje para engañar y mentir a la ciudadanía (y posibles votantes)…, pero esto ya sería otro cantar.

El término “coach” (del inglés) tiene una procedencia directa desde el ámbito deportivo (“entrenador” en español), pero aplicado a otros ámbitos se debería traducir de otras maneras (no sólo entrenador). Así, podríamos hablar de entrenador, preparador, mentor o asesor en vez de utilizar el término “coach”, pero este término debe ser más moderno, más guay, más “cool”. Hablamos de “coaches” y así aparece, de forma cansina, en canales de televisión, en la prensa escrita, en programas de radio o en las redes sociales. La ignorancia generalizada. Y nadie se plantea que a lo mejor, y sólo a lo mejor, estamos fomentando una práctica engañosa. Pero como hoy día no importa el medio sino el objetivo, pues cualquier estrategia vale.

Aparentemente, cualquier persona puede hacer “coaching” y cualquiera puede ser un “coach”. ¿Qué estudios universitarios necesita haber seguido? Ninguno. Para ser un “coach” no es necesario haber cursado ninguna carrera previamente. Muchos de los que se dicen “coaches” pueden provenir de disciplinas muy diferentes, como económicas, arquitectura, derecho, por poner algunas, aunque la supuesta materia que trabajarían pertenece básicamente a la psicología y deberían ser los psicólogos los que tendrían que abordar ese tipo de entrenamiento, si es que hay algo que entrenar de forma seria. Pero hay algunos psicólogos que se anuncian como “coaches”, que es una manera de rebajar la profesión de psicólogo y decir que hacen lo mismo que otras personas sin carrera universitaria o con una carrera que no tiene nada que ver con la psicología. Pero como está de moda, sigamos la moda. Las actividades de “coaching” no están reguladas por los Estados a través del Ministerio de Educación, ni del Ministerio de Salud, ni del Ministerio de Cultura. ¿Qué beneficios produce anunciarse como “coach”? Éticos, ninguno. Sin embargo, debido a su nivel de difusión en los medios de comunicación, hay personas que se sienten atraídas por esta práctica acientífica de manera similar a lo que sucede en otras muchas pseudoterapias (reiki, homeopatía, flores de Bach, etc.)

Tal y como dice uno de tantos “coaches” que pululan en el ámbito de las pseudociencias, el “coaching” se basa en el descubrimiento de uno mismo, de la consciencia esencial del ser. ¿Qué será la “consciencia esencial del ser”? Si como psicólogo no lo entiendo, dudo que lo entienda mucha gente, pero como suena bonito debe ser algo importante… tan importante que no tiene ninguna base científica. Pero parece que a algunos no les basta el “coaching”, sino que promocionan el “supercoaching” y, por qué no, el “megacoaching” o el “ultracoaching”, o incluso, el “neuro coaching”, uniendo dos palabras actualmente de moda, pudiendo llegar a la apoteosis con un megatérmino como el “superneurocoaching”. Cuanto más exageremos la palabra más fácil será que la gente (ingenua) caiga en el anzuelo. Y como sucede con todo este tipo de enseñanzas acientíficas, hará falta una buena cantidad de fe por parte del creyente para que le funcione. Incluso algún “coach” expresa que todos los problemas necesitan una solución espiritual. O sea, placebo y más placebo. Con base en conceptos vacíos se intenta convencer al interesado de que puede cambiar sin hacer prácticamente nada, pero, a renglón seguido, se le exige que se comprometa al cien por cien con las estrategias del “coaching”. Y para ello se apela, con bonitas palabras, a las virtudes innatas y omnipresentes que todo ser humano tiene por el hecho de nacer, a supuestas esencias fundamentales de las personas, a mecanismos ocultos que todavía no hemos descubierto. En definitiva, “todos tenemos un gran potencial no desarrollado” (una frase mágica [y vacía] que engancha a la mayoría de las personas) y el “coaching” nos salvará haciendo realidad ese potencial. Y si lo creemos, veremos personas que nos dicen… “¡pero a mí me funciona”. Es el llamado “amimefuncionismo”, un fenómeno frecuente en las denominadas pseudoterapias y que se explica habitualmente por el efecto placebo. Sin embargo, si a alguien no le funciona es porque no se ha comprometido lo suficiente para desarrollar dicho potencial. Es decir, lo bueno se apunta en el “haber” del “coach” y lo malo en el “debe” de la persona. En definitiva, otro pseudoasesoramiento, pseudopsicología o pseudopedagogía más, de moda en nuestros días, con aceptación acrítica de muchos profesionales (y no profesionales) de distintas ramas, muchas veces por ignorancia y otras con el objetivo final de hacer dinero a costa de los ingenuos de turno. Y si quieren saber más sobre la ingenuidad del ser humano, pueden echarle una ojeada al libro, recién publicado, de Caballo y Salazar (2019).

Referencias
Caballo, V. E. y Salazar, I. C. (2019). Ingenuos. El engaño de las terapias alternativas. Madrid: Siglo XXI de España.