¿En qué consisten los trastornos depresivos? 

Los trastornos depresivos se componen de un estado de ánimo marcado por una gran tristeza o disminución del interés e incapacidad para disfrutar de las actividades cotidianas. La persona se siente desesperanzada respecto a sí misma, a los que lo rodean y al futuro. Puede aparecer falta de energía, inquietud, descenso de la libido, irritabilidad e incluso deseos de morir. En niños y adolescentes la tristeza puede expresarse indirectamente con irritabilidad o facilidad para enfadarse.

Los trastornos depresivos más conocidos son el trastorno depresivo mayor y el trastorno depresivo pertinente (distimia).

¿Qué caracteriza a un trastorno depresivo? 

Como hemos señalado antes, los trastornos depresivos se caracterizan por una gran tristeza o falta de interés respecto a todas o casi todas las actividades que conforman la vida cotidiana, la pérdida o aumento de peso, la disminución o incremento del sueño, inquietud o enlentecimiento motor, pérdida de energía, sensación de inutilidad o culpa, irritabilidad, dificultades para concentrarse, ideas de muerte, etc.

¿Qué consecuencias puede tener un trastorno depresivo en quien lo padece? 

Un trastorno depresivo puede acarrear consecuencias negativas en el trabajo (ausencia laboral, menor rendimiento, discusiones con los compañeros), las relaciones sociales (aislamiento social, conflictos con aquellos que nos rodean, incapacidad de disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos, disminución del deseo de mantener relaciones sexuales), el ocio (incapacidad de disfrutar de las actividades de ocio, poca motivación para a la acudir a eventos lúdicos, practicar actividades deportivas o llevar a cabo actividades para el crecimiento personal, como leer, asistir a grupos, etc.) y la salud (dolores de cabeza, tensión muscular, úlceras, disminución del sistema inmunológico).

¿Qué otros trastornos mentales pueden darse al mismo tiempo que un trastorno depresivo?

Un trastorno depresivo puede darse junto a algún trastorno de ansiedad (trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de pánico, trastorno de ansiedad social, TOC), trastorno por consumo de sustancias, trastornos de la personalidad (sobre todo trastorno límite, histriónico y antisocial de la personalidad) y esquizofrenia.

En niños puede ocurrir junto a trastornos de ansiedad (fobias, ansiedad de separación), quejas somáticas e irritabilidad. En adolescentes pueden aparecer junto a trastornos del sueño, alteraciones del apetito y problemas de conducta.

¿Cuáles son las causas de los trastornos depresivos? 

Son varias las teorías que abordan el origen del trastorno depresivo. Dentro de ellas podemos diferenciar entre teorías biológicas y psicológicas. Entre las teorías biológicas podemos encontrar teorías: genéticas (defienden una mayor probabilidad de padecer un trastorno depresivo en aquellas personas que cuentan con familiares que han padecido dicho trastorno) endocrinas (apuestan por una excesiva segregación de cortisol, hipotiroidismo, mayor secreción diurna de la hormona del crecimiento) y teorías de la neurotransmisión (sostienen que neurotransmisores como la dopamina, noradrenalina y serotonina están en el origen y mantenimiento de la depresión).

En cuanto a las teorías psicológicas podemos destacar: Las teorías conductuales, las cuales defienden que la inactividad en la depresión se debe a que cuando la persona actúa no recibe consecuencias positivas o, por el contrario, recaen sobre ella consecuencias negativas. Esta pérdida de refuerzo positivo puede deberse a cambios ambientales que aparecen en la vida del sujeto (muerte de la pareja, problemas económicos, aparición de una enfermedad) o a causas personales (falta de habilidades para afrontar un conflicto social, laboral). Una vez que la persona se deprime a causa de estos cambios vitales o circunstancias personales cambia su comportamiento (se aleja de su entorno social, abandona las actividades de ocio, laborales), lo que contribuye a recibir aún menos refuerzos y gratificaciones (como las que producen quedar con amigos, realizar actividades placenteras, desempeñar con éxito tareas laborales). Y las teorías cognitivas, las cuales apoyan que la depresión aparece como consecuencia del modo en que la persona percibe e interpreta los acontecimientos de su vida. Según este enfoque, aquellas personas con trastorno depresivo tienen mayor predisposición (debido a su historia de vida) para sesgar la realidad e interpretar las circunstancias bajo una visión negativa de sí mismo, de su entorno y del futuro. También está el que los individuos que padecen trastorno depresivo se atribuyen la responsabilidad de los acontecimientos negativos que ocurren en su vida y consideran que estas circunstancias se mantendrán a lo largo del tiempo.

¿Qué podría hacer una persona con un trastorno depresivo?

Tomando en consideración que los trastornos depresivos traen consigo un alto nivel de incapacidad es importante buscar ayuda profesional.  Si la persona se siente triste la mayor parte del día, durante gran parte de la semana o piensa que ha perdido interés por su vida, su entorno o su rutina y ha intentado cambiar esta situación sin éxito debería acudir al psicólogo. La falta de actividad y el aislamiento social contribuyen a que el trastorno se mantenga en el tiempo, por lo que una intervención temprana contribuiría a un mejor pronóstico.

El paciente que busca ayuda psicológica tendrá, inicialmente, una evaluación de los síntomas (el psicólogo administrará una serie de cuestionarios, pruebas y realizará una entrevista con el objetivo de evaluar qué síntomas padece, si existe o no trastorno depresivo, qué otra problemática acompaña al estado de ánimo depresivo, etc.) y, posteriormente, una intervención psicológica dirigida al manejo de los síntomas (tanto depresivos como aquellos que aparecen junto a la depresión), a la confrontación de la visión negativa de sí mismo, del mundo y del futuro y a restablecer el funcionamiento adaptativo de la persona dentro de su vida cotidiana.

¿Qué tratamientos hay para los trastornos depresivos?

Según el Instituto Nacional de Salud y la Excelencia Clínica (National Institute for Health and Clinical Excellence, NICE) la terapia psicológica es más eficaz que el tratamiento farmacológico en el tratamiento del trastorno depresivo. Y dentro de la intervención psicológica, son las terapias cognitivas conductuales las que tienen mayor eficacia en cuanto a resultados a largo plazo y prevención de recaídas. Concretamente las técnicas que han demostrado mayor eficacia son: el programa de actividades agradables o de activación conductual, el entrenamiento en habilidades sociales, el programa de afrontamiento de la depresión, la terapia de autocontrol de la depresión, la intervención en solución de problemas, la terapia conductual de parejas y las técnicas cognitivas.

En cuanto al tratamiento farmacológico, los fármacos más utilizados para la depresión se conocen como antidepresivos  y los ha de primera y de segunda generación. Es el profesional de la salud el que, a través de su juicio clínico, decide si es necesario administrar un fármaco y cuál es el aconsejable para el paciente. Es recomendable que la terapia farmacológica vaya acompañada de tratamiento psicológico.